Máximo Luppino |
En los países en desarrollo, la moneda estadounidense oficia como un auténtico grillete verde. Es una rígida cadena monetaria que apenas una Nación busca su autonomía hace disparar el dólar en una suba estrepitosa y la deuda del país se cuatriplica. Al mismo tiempo, el salario del laburante se hunde en la ciénaga artera de la inflación.
El presidente de la Nación, Alberto Fernández, comunicó que no se va a presentar para una eventual reelección presidencial. Esta actitud de Alberto lleva claridad y orden a un Frente de Todos muy agitado. Es un gesto más de equilibrio y madurez del señor presidente.
Argentina está pagando la irresponsabilidad de Mauricio Macri, quien contrajo con el FMI una deuda millonaria y no se construyó ni una modesta sala de primeros auxilios. Nada para la gente. Todo para un empresariado que fuga capitales al extranjero. Mientras, las laboriosa PYMES (pequeña y mediana empresa), generalmente de origen familiar, en las que sus miembros están comprometidos con la compañía y su honesta producción, no especulan con el dólar. Ellos producen la auténtica riqueza del país. Dan trabajo genuino y construyen sus bases bajo una cultura de trabajo y sacrificio. Ellos son también víctimas de las alzas injustificadas del dólar en la despiadada “timba financiera”.
Javier Milei propone una dolarización completa de la república y la desaparición de nuestro papel moneda. Una locura tan impracticable como apátrida. El papel moneda de una Nación es su propia soberanía económica, cotice como cotice. Claro que debemos luchar para que nuestro Peso sea fuerte y bien cotizado. Cambiar de moneda equivale a cambiar un hermano porque éste atraviesa un momento difícil y padece una enfermedad. Hay cosas y situaciones que no se cambian y siempre se debe luchar para mejorar.
Los futuros gobernantes, sean del origen partidario que sean, deben pensar: ¿Qué hacemos con un 40% de pobres, cifra que se aproxima vertiginosa a la mitad de la población? No hay soluciones mágicas. Ir al dólar significa estar atado a la política monetaria de otro país. Equivale a renunciar a nuestra propia autodeterminación, dejar sepultado nuestros principios soberanos, olvidar para siempre nuestras Malvinas, dejar de lado nuestra presencia patriótica y científica en la Antártida. En síntesis, enterrar el sacrificio heroico de miles de argentinos para ser esclavos del imperio capitalista. Todo esto bien lo sabe Javier Milei. Sucede que no le importa, ya que sus intereses están colocados en lejanas latitudes mentales.
Claro, con gusto aceptamos un Referéndum llegado el caso, ya que confiamos en la vocación patriótica de nuestro pueblo.
¿Qué pensarían San Martín, Belgrano o Güemes de las ideas de Javier Milei? ¿Accederían a un cambio total de divisa o nos hablarían de trabajar para mejorar el valor de nuestro Peso argentino?
Que sentirían nuestras maestras de la primaria, las que nos tomaron la promesa de honrar nuestra bandera, las mismas que nos enseñaron a amar nuestras islas Malvinas en manos del usurpador inglés.
No. Rotundamente no al dólar como nuestra moneda. Es la divisa de otro pueblo, no del argentino. Nosotros somos hijos del Peso, con todo sus vaivenes y contradicciones. Mejorará sin darle la espalda a nuestra historia y a nuestras luchas.
Qué lejos está el Llao Llao de nuestro barrio, tan lejos como el delirio inaplicable de Milei.
Tal es el descabellado propósito de Milei, que más del 90% de los dirigentes de distintos partidos políticos se manifestaron en contra de la torpe idea de “dolarizar” la Nación.
Toda idea política es respetable, pero no debemos aceptar los pensamientos de entregar nuestros valores. Menos aún darles las espaldas a nuestros caídos en Malvinas.
En su historia, el dólar está manchado de sangre de inocentes de otros pueblos. Nuestro peso es límpido y cristalino.
Siempre el Peso, siempre Argentina. Qué lejos está el Llao Llao de nuestro barrio… Tan lejos como el delirio inaplicable de Milei.
Máximo Luppino
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