¿Es lógico que la Nación que es superpotencia del planeta posea el mayor número de fallecidos por el coronavirus? Parece ser que algunos gobernantes de países con enormes recursos económicos no desean prevenir y eventualmente curar a su propia gente. Así es que los Estados Unidos de Norte América poseen armamento militar de destrucción masiva y logística para tal fin por billones de dólares, a la vez que sepulta a miles de habitantes en fosas comunes. Centavos para curar, millones para dominar y matar pueblos enteros. Es la cara monstruosa del imperio que empobrece al mundo para que sus corporaciones acumulen más riquezas mal habidas. Las últimas cifras de fallecidos en EEUU superan los 76000 personas. Escalofriante multitud de muertos parece no conmover a Donald Trump, quien piensa más en la economía que en las vidas que se truncan por esta cruel pandemia. Emparentado con la barbarie la Inglaterra de Johnson, que exhibe el mayor índice de decesos de toda Europa. No es casualidad, es priorizar la materia sobre el alma humana. Es crueldad utilitarista. Con mucho dolor recibimos la noticia de que la hermana República del Brasil llegó a padecer 614 muertes por coronavirus en sólo 24 horas. Claro que pensamos que la torpe negligencia del presidente Bolsonaro con su cruda insensibilidad es responsable en una gran medida de estas tristes muertes. Brasil, poblado por un pueblo alegre y generoso, siempre pronto a danzar y cantar se ve hoy desprovisto de un presidente que socorra a su propia gente. Tanto Trump, Johnson como Bolsonaro parecen participar de una ciega competencia de brutalidad humana. Duros de corazón, desconocen las bendiciones de la compasión y la auténtica solidaridad. Son “bravos machos” con el padecimiento de sus semejantes. Obtusa inteligencia de toscos cavernícolas ataviados con trajes delicados. La historia pronto dictaminará con incontrastable verdad el accionar criminal de estos gobernantes prepotentes que no salvaguardan a los enfermos de su propia tierra. En la antítesis de esta funesta trilogía se encuentran muchas naciones con gobernantes sensibles y sensatos. Los gobiernos de Argentina, Uruguay, Grecia y Portugal por señalar algunos, concretaron una política sanitarista correcta basada en el cuidado y respeto de la vida humana que dio aceptables resultados en sus naciones. Poco imparta el ropaje ideológico de cada particular gobierno. Sí incumbe el nivel de comprensión y amor por los semejantes que cada gobierno es capaz de concebir. La magnitud espiritual de las personas se mide por la capacidad de ser generosos y saber que nuestra felicidad está ligada a la realización completa de nuestros hermanos. En el bienestar de nuestros hermanos se gesta nuestra propia dicha y construcción espiritual. El coronavirus aún no fue vencido. En el planeta hay muchas personas sufriendo indecibles penas. No son cifras huecas de vacías estadísticas, son almas con familias, sueños y esperanzas de vivir. La economía mundial se reanimará en la medida que la población del planeta esté sana y no siendo víctima de una pandemia aberrante que amenaza la vida en todo el globo terráqueo. Mejor prevenir y profundizar los cuidados poblacionales antes que padecer más inocentes víctimas. Bienaventurados son los que sufren por el dolor de sus semejantes y trabajan para enmendar las injusticias imperantes. Mercenarios o tontos son aquellos que defienden las oscuras doctrinas de la muerte. En el afán de fingir fortaleza denotan ferocidad, dureza de corazón y complejo de inferioridad. Son los ya conocidos “guapos de pelotero” o “matones de cotillón”. El fuerte suele derramar límpidas cristalinas lagrimas por el sufrimiento ajeno. Bien vale extender la cuarentena unos días a cambio de preservar vidas humanas. DIOS bendiga a los médicos, enfermeros, agentes de seguridad y a todos los que empujan con amor el pesado carro de la humanidad. Son los héroes de la humana raza destinada a encontrar la suprema belleza de la verdad. Máximo Luppino
domingo, 10 de mayo de 2020
TRUMP, JOHNSON Y BOLSONARO, EL CLUB DEL CORONAVIRUS
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